Vuela el espíritu de la bohemia
valenciana, por las calles intrincadas y los vientos de levante. Camina con lentitud
y compás, paladea historias de héroes y amantes.
Se siente el alma de la bohemia
valenciana en cada plaza, en cada banco. En cada losa que han pisado quienes de
ella escribieron tanto.
Y es que Valencia es la bohemia, la
bohemia viva y andante. Ciudad de luces, de colores, de pasión, de fuego y
arte.
Es lugar de luna roja, sangrante, grande
y brillante, y de un sol resplandeciente que nunca jamás decae. El cielo es un
gran lienzo con polvo de tiza azul, y el aire huele a mar, a azahar y a su
cálida luz.
Y por ella pasea siempre la bohemia
valenciana, por el Carmen, por las torres, por los puentes y mercados, por ese ensanche
que funde presente con pasado.
Y ahora somos nosotros la bohemia
valenciana, valencianos que comenzamos la andadura. Seremos poetas, músicos,
bailarines y artistas… Portadores y creadores de cultura.
En nosotros cae el peso de la
bohemia valenciana. Seremos leyenda o la narraremos, imprimiendo nuestra huella
en la historia. Y ante todo pasearemos, y admiraremos nuestra obra… Una obra
que empezó cuando el primero de nosotros pensó: “hágase el arte, la pasión, la
poesía, la danza y la música”.
Y algún día nuestros nombres el eco
los gritará. Y sonarán tal vez en silencio, tal vez mudos, por esas intrincadas
calles que acogieron nuestro andar.
Y seremos historia sin serio, la
bohemia no morirá. No, mientras quede un solo bohemio paseando por las calles de
Valencia, soñándola despierto o soñándola sin más.
Vuela el espíritu de la bohemia
valenciana, por el tiempo y su escenario. Vuela lento pero impaciente,
esperando a aquellos que continúen su legado.
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