viernes, 4 de noviembre de 2011

Volando a tu lado

Día tras día, me asomaba a la ventana preguntándome dónde estarías; si estarías bien; si te acordarías de mí; si todo lo que dejaste atado a la vida ha servido de algo allá, a donde has ido. 

Tarde tras tarde, mi corazón agonizaba con la simple idea de que ya no estabas conmigo para ver la puesta de sol desde el balcón de nuestra casa: esa que ha pasado más de cincuenta años viéndonos crecer, educar y decir adiós.

Noche tras noche, lloraba en silencio, dejando escapar lágrimas henchidas de nostalgia y amor. 

Y, amanecer tras amanecer, te pedía con tiernos susurros del alma que volvieras; que estuvieras a mi lado; que nos cubrieras a tus seres queridos con un delicado manto de bienestar y paz… y que nunca te alejaras de mis pensamientos.

Pero eso que te pedía, tan empecinada en que podía ser factible que ocurriera, ya no lo hará, pues has vuelto.

Te vi alzar el vuelo aquella tarde de noviembre y, desde aquel entonces, estás a mi lado. Despeinas el cielo con las plumas de tus alas, y deleitas mis oídos con tu piar travieso al oírme llegar a casa. Eres como eras: morenito, regordete, y roncero para levantarse del nido. También eres viajero: te vas en verano y vuelves en invierno, tras un largo éxodo hacia tierras insospechadas. Eres tú, no cabe duda; y tengo muy claro que ya no te irás, mi amor, hasta que yo parta y deje atrás esta vida. Sólo entonces sé que volverás a desplegar las alas y, como buen alma que Dios ha creado, tu cuerpecito expirará y tu espíritu volverá al lugar al que pertenece: a mi lado. Junto a mí. 

Y así, juntos, recorreremos nuestro camino eterno surcando los mares en libertad, y desafiando al cielo, elevándonos cada vez más y más alto hasta sentir la creación a nuestros pies. Tendremos el orbe como vistas durante la perennidad, y yo, el sentimiento de plenitud más completo con el que jamás podría haber soñado.

Porque estaré allí, donde tú vallas; donde tú estés estaré yo. Siempre será así. Así, igual. Ahí estaré yo, firme en mi promesa; complaciendo a tu corazón; sin dejarte jamás solo. Codo con codo, ala con ala… volando a tu lado.