lunes, 24 de diciembre de 2012

El adiós

Sí, la razón se pierde cuando las formas te pueden. El cariño se olvida cuando las sonrisas cesan. Todo pasa. Todo cambia. Todo continúa su camino. Pero, mal que me pese, aquí sigo: con complejo de enamorada en un corazón que ya no late a tu ritmo. Mi alma sigue en trance y no la puedo despertar. El recuerdo de tu amor no se extingue en mi memoria, sino que se aviva cada día más. Hay cosas que mi mente desea que elimine, y mi inteligencia me achaca culpas que jamás sabré cómo enmendar, mas quisiera que, algún día, todo lo vivido se pudiera recordar sin traer dolor ni confusión.
Quisiera que nuestros días perduraran en el corazón, y no en una mente maligna que intenta causar odio y rencor hacia tu persona. Yo soy más que eso. Yo soy yo, y tú has sido parte de mi yo en un momento dado. Sin embargo, todo aquello que un día sentí por ti se va consumiendo de forma lenta e inexorable, como cayendo a un precipicio del que no se puede salvar la vida.
Todo pasa. Todo camba. Todo continúa su camino, al igual que tú. Tal vez sea mejor esto que nada. Tal vez, nos haya servido para madurar. Pero en mi alma aún queda la sombra de lo que un día sentimos el uno por el otro; la sombra de la sonrisa que mi corazón esbozaba cuando veía la tuya en tu rostro.
Todo pasa, todo cambia, y todo continúa su camino. Este es el final del nuestro, no del mío. Es el principio de algo nuevo, diferente. Algo que habrá que afrontar con sus consecuencias. Es el final de algo que se había dormido, tal vez, para no despertar. Así que, mal que me pese, para ser felices ambos debemos decir adiós al pasado, y saludar con alegría al futuro.