viernes, 11 de marzo de 2011

Finisterre

Muy buenas, pues hoy vengo con una especie de "relato a dúo" que estoy escribiendo con una amiga. La historia la tenemos ya pensada, y el prólogo lo pongo yo. A ver qué os parece...


FINISTERRE
En la costa noroeste de Hispania reinaba la paz. Los acantilados gallegos, oscuros, alzaban sus aguas bravías hacia los cielos, pero nunca los alcanzaban. Hacía frío. El viento silbaba en los oídos de aquel muchacho; un joven que había recorrido caminos tenebrosos y valles de dudable seguridad para poder llegar hasta allí. Hasta el final. Hasta el inicio del Hades. Fin de la Tierra. Finisterre.
El chico dejó su único fardo en el suelo y, acto seguido, avanzó unos cuantos metros al paso marcado por su bastón.
Se quitó la capucha. Respiró hondo y, mientras echaba un último vistazo a las costas de Gallaecia, se preguntó si sería verdad aquello que le dijo Susanna hace… hace… Bah. ¿Qué importaba el tiempo? 
“Cuando veas una estrella fugaz, seré yo… Será mi alma la que danza libre por el cielo, contemplando desde lo alto el recorrido de cada vida que pasa. Será un beso. El suspiro que no pudo brotar de mi garganta en los tiempos en que vagabundeabas con el laúd al cinto en lugar de espada. Será aquella vez, la primera que sentimos nuestras miradas escarbar en lo profundo de nuestra memoria. Será mi aliento. Será el sabor dulce de nuestros labios. Será un recuerdo que, tal vez, te haga recordar lo que vivimos.”
Habían pasado siete años desde que lloró por última vez . Pero ésa… Ésa sería la definitiva. Fue una lágrima. Una única gota la que el juglar derramó aquella silenciosa noche de diciembre. Y después, nada. 
Alzó la vista al cielo. Suspiró. Quiso decir tantas cosas… Hablar, de nuevo, de corazón a corazón con Susanna. Volver a cantar con ella. Abrazarla. Sentir el aliento de su amada en la nuca… Volver a besarla.
-¿POR QUÉ?-Gritó él.- ¿POR QUÉ ME LA ROBASTE?
Era el fin del camino. 
-Finis terre.-Susurró.
Pero antes de concluir con su viaje, se sentó en una roca y, contemplando la luna reflejarse en las aguas del Atlántico, sacó de su bolsa un pequeño librillo encuadernado en cuero. Suspiró y, abriendo sus ojos verdes y hermosos, comenzó a escribir: 
Vago por caminos perdidos. Sin destino fijo. Sin lugar donde caer. Como única compañía, el laúd viejo y gastado y las piedrecillas del valle oscuro. El cielo como techo. La luna como antorcha. Y el viento, cántico de libertad, intenta dar con la forma de que entre en razón. Pero, ¿cómo voy a descansar? ¿No es la vida que he elegido? ¿La que me ha tocado vivir? Un sueño hecho de carne. De piedras y horizontes que no encuentran final. No tengo frontera. Sólo un estribillo, y una melodía palpitante en mi corazón aventurero. El camino me llama. En el horizonte, el sol anuncia la llegada de un nuevo día. De un nuevo despertar. Y con él, entro de lleno en la aventura que tengo por delante.

lunes, 7 de marzo de 2011

Las Golondrinas

Con este relato gané (o, mejor dicho, quedé casi empatada xD) un concurso-juego no muy importante (aunque todo lo relacionado con ganar concursillos, ejem... es importante xDDD) en el foro de Rocavarancolia, y me acabo de dar cuenta de que no lo he subido al blog, así que... Aquí está. Espero que os guste.


Las golondrinas vuelan. Las golondrinas se van. Las golondrinas retornan a sus nidos, al igual los niños que juegan en el parque. El ocaso cae en la ciudad, y lo recubre todo con su manto rojizo y cálido.
Se acerca el fin. El día termina y da paso a las sombras de la noche.
Las golondrinas se dispersan y, en un banco del parque, rincón recóndito, yo sigo sumergida en mis pensamientos, bajo el influjo de una suave melodía y el juego de colores del cielo.
Ojalá fuera como las golondrinas… Quisiera volar más allá de las nubes, donde la única realidad que existe es la fantasía... los sueños y las ilusiones. Ansío desplegar las alas y escapar del mundo; quiero ir más allá de esta fugaz existencia, donde nacemos para morir, y morimos para ser polvo.
Libertad es lo que anhelo, y tal vez un lugar para ser realmente feliz.
Pero ya es demasiado tarde para pensar en eso. El sonoro grito de mi madre me devuelve a la realidad. Dejo atrás mis ensoñaciones para plantarle cara al mundo que me vio nacer, que me ve soñar, y me verá morir.
Me levanto de mi asiento y me quito los cascos. Pero antes de entrar en casa, miro al cielo anaranjado, y suspiro. Las golondrinas se han marchado. Y con ellas los delirios de la tarde. Se marcha la melancolía, zarpan mis ensoñaciones. También se van los reflejos del sol, y surgen las negruras. Atisbo la oscuridad, y dirijo al cielo una afirmación para que se la lleve entre la brisa:
-Las golondrinas vuelan. Las golondrinas se van. Las golondrinas marcharon… Y ya no están.