sábado, 4 de diciembre de 2010

Lo que Escondía la Pamela

Hola!! Pues como me aburro un poquito, voy a colgar el segundo capítulo de LA LEYENDA DEL BARCO ERRANTE.
Espero que os guste.


CAPÍTULO 2
Lo que escondía la pamela
Madrugada del día señalado. El sol acariciaba a la ciudad desde el este, cubriendo los edificios de una luz casi irreal. Era tan hermoso… Tan mágico y especial. Claro que habrían más salidas de sol. Otras, incluso, más bonitas que aquella. Lo que la hacía tan especial era el estar a la hora marcada, en el día marcado, en el lugar donde el San Telmo zarparía tras haber pasado las últimas comprobaciones.
Me senté cerca del muelle, en un banco de madera que me permitía posar mis ojos, grises y redondos, en la adormilada superficie del Océano Atlántico.
Allí estaba. La División naval del Sur. Dos imponentes navíos se alzaban, orgullosos, al amparo de dos fragatas que, con el paso del tiempo, habían perdido esa hermosura primaria.
Dios… Qué deteriorados estaban los barcos. Pensándolo fríamente, fue una temeridad el embarcarnos en aquellos buques y fragatas… Sobre todo, si queríamos llegar sanos y salvos hasta la otra punta del Nuevo Mundo.
Me levanté de mi asiento, y me acerqué al buque. Cerca de éste, oí cómo Porlier discutía con un pobre carpintero sobre el estado en el que se encontraba en buque Alejandro.
Me quedé quieto, a unos cinco metros del capitán.
Que no te confunda mi forma de hablar, querido lector. Puedo ser ameno cuando quiero. Pero has de recordar que, en aquella época, era ante todo, oficial de la marina. Debía guardar las formas.
Al verme en tal postura, el señor Porlier me hizo un gesto para que me acercase.
-¿Sí, Capitán?-Dije yo con un seguro tono de voz.
-¿Usted sabe, Grey, todo lo que hemos trabajado para que el barco ande por estas aguas? ¿Cuánto sudor se ha vertido para que “El Alejandro” navegue en esta misión?
-Estoy enterado. ¿Nos acontece algún contratiempo?
El pobre carpintero seguía nuestras voces con la mirada, e intentaba comprender a la primera cada una de nuestras palabras:
-El casco… Que parece que vuelve a filtrarse agua.-Acto seguido, levantó las manos hacia el cielo y, quitándose la gorra de capitán, masculló:
-En lo que llevamos de semana hemos tenido doce fisuras… ¡Doce! ¡Esto no es un barco! ¡Es una calamidad!
-Serénese, señor.-Le susurré.
Y, una vez calmo, añadió éste:
-Grey, disculpe que le moleste con los asuntos de un buque del que no está usted al cargo… Pero necesito que encuentre a Matías Carvajal y le diga que acompañe a este pobre hombre al casco del Alejandro. Una vez diagnosticado el problema desde dentro, que me avise.
-Enseguida, capitán.- Dirigí una rápida mirada al carpintero, y dije en tono autoritario:
-Acompáñeme, por favor.
Yo ya sabía dónde encontrar al maestre del Alejandro. Me acerqué hasta uno de los bares costeros y, con el carpintero haciendo de mi sombra, toqué el hombro de mi buen amigo Matías.
-¿Qué quieres, Vic?
-Porlier te manda a hacer un trabajito.-Dije guiñándole un ojo.- Debes acompañar a este buen hombre a la cubierta del Alejandro, parece que se filtra agua.
Con un gesto digno de haberse retratado, mi camarada se levantó de la silla y nos acompañó.
Desde el muelle, el navío imponía respeto. Se alzaba entre las olas y las brumas, tan erguido y suntuoso como una isla en mitad del océano. Lástima que supiésemos que se caía a pedazos; el efecto ya no era el mismo.
-Acompáñeme.-Pidió amablemente el maese Carvajal. Me disponía a seguirlos cuando un carruaje, tirado por dos hermosos corceles negros, aparcó cerca del San Telmo. Sirvientes empezaron a bajar maletas y ostentosidades. Una puerta se abrió, y de ella bajó aquél hombre con el que había hablado la noche anterior en la taberna: Ernesto Rodríguez. Saludé con una suave inclinación de cabeza, a lo que me respondió con una amable sonrisa. Y entonces… la vi.
No supe muy bien lo que escondía la pamela que, sobre un vestido blanco, bajaba elegantemente del carro, hasta que la muchacha que la portaba alzó la mirada hacia el cielo.
Tampoco recuerdo el tiempo que me quedé mirándola, prendado por su dulce cara de ángel. Sólo sé que era lo más hermoso que había visto hasta mi corta edad.
No resaltaba; su belleza era serena. El cabello, largo y de un dorado oscuro, caía en cascada por su espalda recta y de cintura pequeña. Era bajita. Menuda, tal vez. No muy delgada. Tampoco gorda. Era… era maravillosa. Su rostro se asemejaba al de una muñeca de porcelana. Labios rojizos y carnosos. Nariz recta, y ojos castaños.
Sé que si lo lees no parece algo tan fantástico. Es decir, que parece la descripción de una chica del montón.
No es cierto.
Ella era única… Era… especial. Pero me di cuenta demasiado tarde.

Embelesado como estaba de la jovencita, el timonel de mi barco no pudo hacer otra cosa que darme una palmada en el hombro, y gritarme:
-Despierta, Víctor, que estás en las nubes, chaval…
-No. No en las nubes.-Contesté yo.- Ya en mar abierto.
Rió con una extraña pizca de complicidad, y acto seguido, me dijo:
-Menudo bombón, ¿eh?
 -Es guapilla.-Susurré yo.
-Bellezón. ¿Se sabe quién es?
Aún tardé varios segundos en responder, pero finalmente le dije:
-Ah, sí. Es la hija del naturalista.
-Habrá venido a despedir a su padre, entonces.
-No.-Sonreí yo.-Viene con nosotros. El señor Rodríguez no puede utilizar su mano izquierda, por lo que es su hija quien dibuja la flora y la fauna de los lugares a los que va.
Nicolás, el timonel, abrió mucho los ojos, y de pronto exclamó:
-¡Es de mal agüero! ¿Cómo se les ocurre llevar a una mujer a bordo?
-Oh, vamos… Tan sólo es una niña.
-Es de mal fario, te lo digo yo, Vic. De mal fario. Nos va a traer problemas…-Tras estas afirmaciones, Nicolás me dejó allí solo.
-Te dejo, ya me deben necesitar en el puente.
Y se fue.
Yo, en cambio, me acerqué con cuidado al naturalista que, colocándose bien las gafas, me estrechó la mano con una amplia sonrisa.
-Me alegro de verlo, señor.-Dije yo, y él me correspondió con un “igualmente”. Acto seguido, se acercó a la muchacha y, tras susurrarle algo que no pude entender, la jovencita se acercó y, cortésmente, hizo una leve reverencia.
-Bonnie, quiero presentarte a mi amigo Víctor Grey, es el alférez del San Telmo.-Y tras una breve pausa, añadió dirigiéndose a mí:
-Víctor, esta es mi hija Bonnie.
-Es un placer.-Contestó escuetamente la muchacha, con una sonrisita algo falsa en los labios.
-El placer es mío.-Comencé yo, pero bastó una mirada de la chica para que me callara rápidamente.
El capitán hizo acto de presencia en aquel mismo instante.
-Señor Rodríguez… Señorita…-Dijo mientras estrechaba la mano de uno, y hacía una reverencia a la segunda.- Bienvenidos al barco… Bienvenidos. Tengo que hablar con usted un segundo, Rodríguez… Alférez Grey, lleve a la muchacha a su camarote, por favor. Que se instale.
El naturalista intercambió unas palabras con su hija antes de dejármela al cargo. Ahí sí que pude escuchar una breve discusión:
-Bonnie, nos reuniremos para comer…
-Pero, padre, ¿de verdad tengo que ir con él? ¿Ha visto cómo me miraba?
-No empieces, Bonnie…
-No. Si no empiezo. Sólo quiero terminar… Quiero acabar con esto. No mas viajes, no quiero más…
-Bonnie, ahora mismo no estás en situación de pedir nada. Te lo repetiré: vete con el señor Grey, y a la hora de comer nos veremos. Tengo un asunto que hablar con el capitán.
-Pero yo no…
-Vete, Bonifacia.
Con gesto huraño, se separó de su padre y empezó a andar deprisa.
-¿Viene?-Me dijo con desdén incontenible; entonces yo comencé a caminar hacia ella por miedo a perderla de vista.
Avanzamos hacia la rampa, por dónde subiríamos al barco, en silencio.
En cuanto llegamos al pasillo donde estaba el camarote, me decidí a hablar:
-He oído decir a su padre que dibuja usted muy bien.
No respondió. Se limitó a soltar una carcajada a modo de burla, así que yo tampoco dije nada.
Al llegar a la puerta señalada, la señorita se decidió a poner la mano en el pomo, pero yo, como buen caballero, hice ademán en abrirle yo la puerta. Esta conducta no satisfizo nada a la chiquilla que, mosqueada, posó su mirada en mis ojos y me dijo:
-A ver si se entera… Yo no necesito ayuda. Me he criado sola en un mundo de hombres. He luchado por mi honra y he salido ganando. He aprendido a dibujar aun sabiendo que no se iba a considerar mi trabajo como mío, pero he llegado hasta aquí… Yo sola, se lo repito. No necesito a nadie, y menos que un joven como usted que me abra la puerta para entrar al camarote. No soy como las otras.
Y desapareció tras la puerta, llevándose consigo un pedacito de mi paciencia y un buen cacho de mi dignidad.
Era en esos momentos cuando tendría que haberme hecho oír, pero no lo hice. Me quedé callado, a metro y medio de la puerta de su estancia, preguntándome cómo un recipiente tan frágil podía albergar tal esencia.
Me decidía a irme cuando caí en la cuenta de una cosa: ¿sabría ella a qué hora se comía?

jueves, 2 de diciembre de 2010

Otro sobre el Holocausto

Buenos días, hoy vengo con un libro recién salido del cascarón. Lo leí justo cuando salió a las tiendas, porque lo vi en una revista y... (mejor no me enrollo más...). Bueno, hoy voy a reseñar LIVERPOOL STREET.
TÍTULO: Liverpool Street (también es el título original)
AUTORA: Anne C. Voorhoeve
TRADUCTORA: Alicia Valero
GÉNERO: Novela realista
AÑO DE PUBLICACIÓN: 2010
NÚMERO DE PÁGINAS: 505
EDITORIAL: Alea Narrativa
ARGUMENTO: Los acontecimientos se centran en la vida de una niña, Ziska Mangold, la cual tiene que huir de Alemania a Londres para escapar de los nazis. No sabría qué más decir, ya que pasarme de los límites del resumen de la contraportada equivaldría a "spoilearos" el libro, así que sólo digo que es el típico libro sobre el holocausto.

SNOPSIS CONTRAPORTADA: Invierno de 1939, estación de Liverpool Street, Lontres. Ziska Mangold se apea del tren. No es un tren cualquiera el que la ha llevado hasta allí, sino uno de los transportes de niños que liberaron a diez mil niños judíos, solos, sin sus padres, de la Alemania nazi. Ziska tiene una meta: reunisrse lo antes posible con sus padres y con su amiga Bekka. Pero no dispone de mucho tiempo: la amenaza de una terrible guerra se cierne sobre ellos.
A Ziska, a quien en Londres la llamarán Frances, le esperan una nueva familia totalmente desconocida, un idioma extraño, nostalgia de su hogar y años de incertidumbre... Pero también una gran aventura y, siete años después, una difícil decisión.

OPINIÓN PERSONAL: Sinceramente, no lo pondría a la altura de La Ladrona de Libros ni por asomo, y además es una novela con una trama ya muy usada, pero qué le voy a hacer... Le tengo devoción a los libros sobre la época nazi. Para empezar, diré que hay muchas cosas que sí me gustan, como la descripción de la unidad familiar (amor y lealtad ante todo). Luego... Lo malo de este escrito es que la autora es alemana y al traducir un libro alemán al español pierde bastante (no lo digo por nada malo... que nadie se ofenda, simplemente pienso que es más difícil conseguir un buen resultado). Si embargo es muy fácil de leer y muy ameno.

CURIOSIDADES: Es un texto en 1º persona, narrado por la misma protagonista. Ha sido galardonado con el premio Buxterhuder Bulle al mejor libro de ficción en lengua alemana. 


¡Hasta pronto!