domingo, 12 de junio de 2011

Esa brillante luz: la vida

El mundo empieza y acaba con una brillante luz, ¿a caso nunca os habéis parado a pensarlo? La diferencia entre nacer y morir es ínfima: nacer significa dejar atrás la oscuridad y salir a la luz. Morir conlleva alejarte de la luz y sumirte en las tinieblas. Si uno se para a pensarlo, es lo mismo, pero al cambiar el orden de las palabras, podemos cambiar el orden de la vida. Nacer, vivir, morir. En esos tres pilares se basa nuestra existencia. Naces con una luz, y mueres al dejarla atrás. Por eso, me lleva a pensar que esa luz… esa brillante luz que en todos los libros, historias y cuentos relatados generación tras generación, se describe como algo tan magnífico, tan brillante y tan espectacular… esa luz que todos definen como el inicio y el fin, es la vida. La vida es esa luz entre las tinieblas: nadie sabe ni cómo ni por qué está ahí, pero aun así, nadie puede cuestionar que existe… y que ahí está, imponente; alzándose entre mares de negrura para hacerse notar. Su único objetivo es que la admiren por ser única; por ser distinta, y tan perfecta como pueda llegar a ser. Y así, cuando la luz vaya menguando hasta convertirse, de pronto, en oscuridad… cuando ya no quede nada de ella, el resto de destellos se percatarán de que falta uno, y de que aquella lucecita, por pequeña que fuera en aquel inmenso grupo de luces, era parte de él. Pero entonces será cuando resurja un nuevo albor; una nueva llama… otra nueva luz que empieza de forma igual.
Y con esta pequeña metáfora, se ve cómo la vida es única y especial; es una luz muy brillante y espectacular… y, aunque no lo parezca, no hay palabras para expresar cuán importante es. ¿Por qué? Porque no es descriptible lo maravilloso que es tener a alguien esté presente durante todo nuestro trayecto. Porque ella es quien está siempre con nosotros. Porque siempre va de nuestra mano. ¿Por algo más? Sí, porque ella es a quien primero vemos, y es a la última a la que nos agarramos antes de exhalar un último aliento y, con su brillo cegador como última visión de la existencia, perecer.




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