viernes, 24 de junio de 2011

El Lago

Sigo aquí: sentada en la orilla del lago de las frías aguas. Los fantasmas bailan a mi alrededor, y me incitan a levantarme de entre las ruinas de mi vida para moverme al compás de la melodía eterna.
Ya no hay nada.
Sólo un lento estribillo que me conduce al final del camino.
Ya no soy nada.
Tan sólo una cáscara vacía.
Ya sólo quedan mis restos, los cuales veo de soslayo entre los árboles.
Ya… ya sólo soy alma. Así que me levanto de la tierra húmeda y, arrancando de mi cuerpo inerte la cadena que él me había regalado, regreso a las aguas azules.
Meto un pie, y alguien me recibe con una mano extendida. Me pide que no llore; dice que todo está hecho, y que ahora sólo queda descansar y regresar al lugar del que todos procedemos.
Me acompaña de la mano hasta el centro del lago, y comenzamos a girar.
Vueltas, vueltas y más vueltas. Después, tiro la cadena y la corriente se la lleva hasta el fondo.
Y junto a él, tal y como prometimos, abandono la vida terrenal para quedarme en el lugar en el que siempre quise estar.
Me quedo en el lago; el que me vio nacer… me vio morir. El que me llamó y me pidió… que jamás partiera de allí.



Sofía Mas Conejero

6 comentarios:

  1. Qué relatos más boniitos, por favor!
    :D me gusta mucho el lago azul...
    Saludos

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  2. Ay, muchas gracias Iab!! Me hace ilusión que me digan eso :)

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  3. Ams... graias por comentar, Sarah... luego dices que no te tome por tonta jaaaaajajaja un beso!!

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