Me dijeron hace tiempo que la vida hay que vivirla,
porque, de lo contrario, no tendría nada que escribir. Me dijeron que no
desistiera, y que fuera yo misma, pero fueron los primeros en no quererme así.
Si ser valiente es un pecado, y no serlo, es inmoral, a la hipocresía del
humano no busquemos el final. Pues quienes fueron los cobardes de no quererme
siendo así, serán los que luego, cuando brille, vengan a mí.
Por eso hay que querer a quien te quiere como igual,
sin reservas ni prejuicios, tan sólo siendo natural. Quienes te vieron
invisible son los que valen la pena, y así comprendemos que el resto es del
viento la veleta. Quienes cambian contigo, quienes que mejoran en tu honor,
esos valen la pena, no aquellos que desearon tu condena.
Y si crees que avanzas a duras penas, y que el miedo te
hará abandonar, recuerda que hubo alguien que te quiso como nadie, que te
quiere y te querrá. Pues esos son los verdaderos amigos, los que, cuando
creíste que no había nada en ti que valiera la pena, que tuviera sentido, en ti
encontraron a una persona que alumbró sus caminos, y por eso, sólo por eso,
entenderás que los hipócritas decían la verdad: que la vida hay que vivirla,
que no hay que desistir, que sólo siguiendo tu camino serás capaz de alcanzar
un fin.